A la única mujer que he
amado:
Vuelvo
inútilmente a depositar mis más sinceros sentimientos hacia ti en un papel que
jamás será tocado por tus manos. Con qué objeto, me pregunto. Supongo que la
leve y engañosa satisfacción que me acaricia al recordar mi lado más humano, es
excusa suficiente.
No estoy seguro de si aún queda en mi algo del dulce
chico que conociste hace años, ese que te observaba con pudor e inocentemente
rozaba tu piel cada vez que encontraba la chance. Tal vez es como muchos dicen,
y lo único que aún vive en mí son fantasmas moribundos de días mejores, y lo más noble que podría hacer es entregarme
al castigo que el mundo ha perjurado sobre mí. Quizás tengan razón, pero si ese
es mi destino, aún no ha llegado el momento de afrontarlo, no sin antes volver
a tenerte enfrente para así decirte cuánto te he extrañado, lo mucho que te he
adorado, y que lamento profundamente no haber sido capaz de cumplir con mi
palabra y entregarte la vida que prometí.
Puede que mis actos hayan sido imperdonables y que
incluso tú, la más luminosa y cálida estrella que jamás ha brillado, tema
contemplar la oscura noche que ahora reside en mis ojos, pero juro que si el
tiempo fuese un reloj de arena y volviese a contar desde cero, cometería los
mismos errores que antes, pues por más necio que suene, sé que he hecho lo
correcto. Sólo espero que un día tú puedas entenderme, aunque nadie más lo
haga.
Si comprendieras el devastador tormento que implica
sentir que tu mente es devorada de a poco por la soledad y la culpa, sé que me
darías una última oportunidad de verte y decirte todo esto, pero no por lo que
podemos ser ahora, sino por lo que fuimos y soñamos con algún día llegar a ser.
León
V.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario